Cae la noche, la familia está reunida en la casa de la mamita (abuelita), todos se sientan en círculo para escuchar las historias del papito (abuelito), arropados por la oscuridad iluminada solo por velas y candiles. Así comienzan las mejores anécdotas, llenas de misterio y tradición.

Recopilamos cinco leyendas que forman parte del imaginario nicaragüense, transmitidas de generación en generación.

Mitos y leyendas (2)

El cadejo

Mi abuela cuenta qué… una vez un hombre venía del pueblo, medio pasado de tragos, y empezó a sentir que algo lo seguía. Aunque volteaba, no veía nada, aunque escuchaba un susurro extraño. Apuró el paso, pero aquella presencia iba más rápido. Un escalofrío recorrió su espalda y de repente cayó desmayado. Lo encontraron al amanecer, enredado entre bejucos, ileso, y desde entonces no volvió a tomar licor.

Se dice que existen dos cadejos: uno blanco, que protege a los que gustan de las bebidas embriagantes; y uno negro, con ojos como brasas, que persigue a quienes se atreven a caminar solos por la noche.

La carreta nagua

¡Ah, la carreta nagua! Esa historia me pone los pelos de punta cada vez que la recuerdo, el estremecedor crujido de sus ruedas secas anuncia la muerte. Aparece en noches de luna llena, sin bueyes que la arrastren ni conductor a la vista. Cuando la escuchas cerca de casa, se recomienda encomendarse a Dios, pues su paso es señal de un mal presagio.

La mocuana

Cuenta la leyenda que la mocuana era una hermosa indígena, hija de un cacique, que se enamoró de un español que la engañó y robó, dejándola con el corazón destrozado. Desde entonces, vaga por los cerros y ríos, buscando venganza.

Dicen que un muchacho se perdió y al ser encontrado cerca de una cueva estaba fuera de sí. Afirmaba haber seguido a una mujer hermosa, pero al acercarse vio su verdadero rostro y se desmayó de terror.

La cegua

Papá siempre recuerda como una noche, mientras cabalgaba solo, sintió que una mujer se subía detrás de él. Paralizado, vio que su caballo corría desbocado. Desesperado, empezó a insultarla hasta que la aparición desapareció.

La cegua se manifiesta ante hombres mujeriegos que viajan solos por la noche, transformándose de una mujer bellísima a una criatura horrenda, con el rostro de un caballo en descomposición que enfría la sangre.

El jinete sin cabeza

Tenía 5 años cuando, en la casa vieja de adobe de mi abuelo, escuché el trote de un caballo que descendía del cerro. Vi el polvo levantarse y una silueta aparecer. Un miedo profundo me invadió, y el ganado en el patio comenzó a bramar. “Acaba de pasar el diablo”, dijo mi tía, aumentando mi temor. Es un recuerdo que, aunque han pasado años, sigue erizando mi piel.

Estas leyendas, contadas por abuelos, padres y tíos, mantienen viva la rica tradición oral de Nicaragua, profundamente arraigada en la memoria colectiva. El Instituto Nicaragüense de Turismo, Intur, organiza -con frecuencia- festivales en varias regiones del país, donde estas figuras legendarias cobran vida y recorren las calles, preservando el legado cultural de nuestros antepasados.

Mitos y leyendas (2)